martes, 4 de mayo de 2010

La más valiente con todos los bichos, salvo con uno

Tengo que reconocer que mi señora es muy valiente, mucho más que yo con todo tipo de insectos y pequeños animales, hasta que un día descubrí que había uno al que temía, con dificultad podría olvidar ese día.
Aunque en realidad fue una noche, una noche que estaba cansado y por primera vez me fuí a la cama antes que ella. Subí al dormitorio (vivimos en una casa con jardín), y ella se quedó en el salón viendo la televisión con las luces apagadas y la puerta del jardín y las ventanas abiertas (era verano y se estaba a gusto con el fresco de fuera). Cuando hacía un minuto que estaba en la cama y el sueño empezaba a llegarme, escuché mi nombre con un grito desgarrador. ¡¡¡Vaya susto!!! De la impresión bajé rápido al salón. Ella estaba sobre el sofá, muy asustada y me dijo medio en llantos que había visto una sombra pasando por delante. Intentando tranquilizarme y tranquilizarla, le dije, aplicándole la máxima lógica que tenía disponible con aquel sueño, que se calmase, que seguro que la sombra la había provocado la televisión, ya que estaban apagadas las luces del salón, y que por lo tanto no había motivos para asustarse. Ella, aún bastante asustada, me dijo que no, que estaba casi segura que había visto algo acercándose hacía el sofá pegado a la pared. Entonces encendí la luz, me agaché y, pegando una oreja al suelo, miré por debajo del sofá, sin llegar a ver nada. Le volví a repetir lo mismo, y ella se quedó algo más tranquila. Así que, con su permiso, volví a subir al dormitorio, me metí en la cama y me dormí.
No sé cuánto tiempo pasaría, no creo que fuese más de 5 minutos, pero medio en sueños, escuché algo a mis pies, abrí los ojos y al mirar, como en una película de fantasmas, había alguien de pie, sollozando y diciéndome que había algo en el salón. Era mi señora.
¡¡¡Un susto más!!! Puede que uno de los mayores de mi vida. Insistía que estaba segura, que no podía ser la televisión. Bajamos, y volví a pegar la oreja al suelo y sin resultado. Ella indicó que no, que ya no estaba allí, que ahora se había ido al mueble del aparador. Me acerqué, y entonces pasó como una rayo una sombra muy pequeña entre mis pies hacía el mueble de la vitrina. ¡¡¡Y otro susto más!!! Fui a por la escoba y el recogedor (lástima el que no tuviese una escopeta). Le dí a ella el recogedor y le dije que se acercase al otro extremo del mueble de la vitrina para que asustase a la sombra negra dando golpecitos. Mientras lo hacía, se paró a coger también una silla, ¡¡¡otra impresión!!! Recuerdo que en aquél momento pensé que iba a dar golpes con la silla, y no con el recogedor, y que no iba a dejar sana ni la puerta, ni las paredes, ni nada. Pero no fue así, sólo quería subirse a ella, por si la sombra negra fuese kamikace y prefiriera acercarse al ruido antes que alejarse de él.
Antes de que ella hiciese nada, yo me posicioné al otro lado del mueble para cerrar el paso de la sombra negra e intentar hacerla salir por la puerta del jardín. Y al primer golpe de ella con el recogedor, vi salir un pequeño ratoncito, de pocos centímetros, que tenía la cara más descompuesta que ella y yo juntos. Al verme giró a la derecha y salió por la puerta del jardín.
Así fue como nos quedamos los tres tranquilos (mi señora, el ratón y yo), y cómo descubrí que había algo a lo que mi señora temía.

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